jueves, 17 de julio de 2014

Castilla y León: Atilano Coco Martín

Atilano Coco Martín

Atilano Coco Martín nació la localidad de Guarrate (Zamora) en 1902, en el seno de una familia de labradores acomodados. Su padre, Eugenio Coco, era miembro de la Iglesia Española Reformada Episcopal. Atilano estudió en Inglaterra y a su regreso a España trabajó como maestro en la Escuela Modelo de la Iglesia Evangélica Española de Alicante. En 1929, ya casado (en segundas nupcias) con Enriqueta Carbonell Carratalá, con la que tendría dos hijos, Alicia y Enrique, se trasladó a Salamanca como profesor y evangelista para hacerse cargo de la no muy numerosa congregación evangélica salmantina, que estaba arraigada en la ciudad desde 1879. Los anglicanos de Salamanca contaban con un edificio levantado a sus expensas que incluía el lugar de culto (iglesia del Redentor), una escuela y la vivienda del pastor.

Atilano Coco, de pie en el centro, con el grupo escolar de la Escuela Modelo de Alicante, donde dio clases antes de trasladarse a Salamanca

En su nueva residencia, Coco impulsó la masonería, en la que había ingresado hacia 1920, cuando era estudiante en Inglaterra. En ese país era habitual que los pastores anglicanos formaran parte de la masonería. En Alicante entró en 1928 en la logia Constante Alona, del Grande Oriente Español (GOE). Cuando llegó a Salamanca no había ninguna organización masónica. En 1932 se fundó la logia Helmántica, dependiente de la Gran Logia Española (GLE), pero Coco no participó en ella por ser de distinta obediencia. En 1933, Atilano Coco y José María Friera (gobernador civil, del Partido Radical) refundaron la Helmántica, poniéndola bajo la dependencia del GOE, siendo Coco secretario y más tarde venerable maestro. La logia Helmántica nunca superó la veintena de miembros ni tuvo una vida exitosa. De hecho, las tenidas se desarrollaban en la vivienda de Coco por carecer de medios para tener un local propio.



Atilano Coco con su mujer y sus hijos
 Coco se afilió al Partido Republicano Radical Socialista, fundado por Marcelino Domingo en 1929, y desde su fundación en 1934 formó parte del comité provincial de Unión Republicana, partido dirigido por Diego Martínez Barrio, caracterizado por su ideario liberal avanzado y su laicismo radical. Coco y otros miembros de U. R. promovieron en 1935 la sección local salmantina de la Liga Española de los Derechos del Hombre, fundada en España en 1932.

En septiembre de 1935, Coco fue admitido al oficio de presbítero (equivalente al de sacerdote católico) en una ceremonia presidida en Madrid por el arzobispo anglicano de Dublín. Poco después, en abril de 1936, obtuvo el título oficial de maestro otorgado por la Escuela Normal de Maestros de la Universidad de Salamanca.


Atilano Coco, con alumnos de la escuela protestante de Salamanca
En el verano de 1936, Atilano Coco era una persona muy conocida en Salamanca, tanto por ser el único pastor protestante de la ciudad como por su labor educativa y su notable actividad política. Unión Republicana se había presentado a las elecciones legislativas de febrero de 1936 formando parte del Frente Popular, coalición que en Salamanca obtuvo las actas de José Andrés y Manso (PSOE), Valeriano Casanueva (PSOE) y Casto Prieto Carrasco (Izquierda Republicana). Coco fue detenido por los militares sublevados el 31 de julio de 1936, acusado de «propalador de noticias falsas» e ingresó en la prisión provincial a disposición del comandante militar. Durante todo el tiempo que permaneció en prisión nunca fue acusado formalmente de nada, pero en su detención fue determinante el hecho de ser protestante, maestro, republicano y masón.

Miguel de Unamuno, rector de la Universidad de Salamanca y concejal del Ayuntamiento por nombramiento de los sublevados, era amigo personal de Coco e hizo gestiones ante el gobernador civil para lograr su libertad, sin ningún resultado. A finales de septiembre de 1936, Unamuno estaba enfermo en la cama y Enriqueta Carbonell se acercó hasta su casa para dejarle una nota en la que le recuerda la situación su marido. Esa nota era, precisamente, el papel que Unamuno tenía en el bolsillo de la chaqueta en el acto del Paraninfo del 12 de octubre, en cuyo dorso garabateó las notas del discurso en el que pronunció la célebre frase «Venceréis, pero no convenceréis», discurso que le costó la destitución como rector y el ostracismo político.

Muerte

La situación en la prisión provincial de Salamanca era de altísima tensión. Inaugurada en 1931 y prevista para un centenar de presos, a finales de 1936 albergaba a un millar de detenidos, todos ellos presos políticos. El 9 de diciembre de 1936, Atilano Coco oficialmente fue puesto en libertad por orden del gobernador militar, pero en realidad fue conducido al monte de La Orbada, en la carretera de Valladolid, y fusilado sin formación de causa. Se desconoce la situación de su enterramiento. Según otra versión, fue fusilado sin juicio contra las tapias del cementerio. Era el único protestante que se encontraba en Salamanca al comienzo de la guerra civil.

El asesinato de Coco no fue un hecho aislado dentro de la España franquista. Los sublevados persiguieron sañudamente a los masones, pero también los protestantes sufrieron la represión, con el cierre de sus lugares de culto y sus escuelas. Numerosos pastores fueron detenidos y fusilados. En la España ocupada por los militares sublevados se comenzó a fraguar el nacional-catolicismo como doctrina de la dictadura militar, sin libertad religiosa, y además se suponía que los protestantes —que habían apoyado la legislación republicana de separación de la Iglesia del Estado— eran todos partidarios del Frente Popular.

Bibliografía

Severiano DELGADO CRUZ y Santiago LÓPEZ GARCÍA, "Una aproximación a la Guerra Civil en Castilla y León", en: Actas de las Jornadas "Castilla y León en la historia contemporánea", Salamanca, 8-11 de marzo de 2006. Organizadas por la Fundación 27 de Marzo (León).

Severiano DELGADO CRUZ y Santiago LOPEZ GARCIA,"Víctimas y Nuevo Estado (1936-1940)". En: José-Luis MARTIN (ed.) y Ricardo ROBLEDO (ed.). Historia de Salamanca. Volumen V: Siglo XX. Salamanca, Centro de Estudios Salmantinos, 2001, p. 219-324.

Severiano DELGADO CRUZ y Javier INFANTE MIGUEL-MOTTA, "Nadie preguntaba por ellos: guerra y represión en Salamanca". En: Enrique BERZAL DE LA ROSA (ed.), Testimonio de voces olvidadas. León, Fundación 27 de marzo de 2007, vol. 1, p. 283-345.

Luis P. MARTIN, «La otra cara de la Guerra Civil: la represión de la Masonería salmantina», en: Salamanca: revista provincial de estudios, 1997, n. 40, pp. 431–446.

Gonzalo REDONDO, Historia de la Iglesia en España, 1931–1939. Tomo II: La Guerra Civil, 1936–1939. Pamplona: Rialp, 1993, pp. 151–156.

Patrocinio RIOS SANCHEZ, Atilano Coco: un mártir del siglo XX. Palabras reunidas con motivo de la inauguración oficial de la residencia "Atilano Coco" en Salamanca el 5 de noviembre de 2005. Publicadas por la Iglesia Española Reformada Espiscopal (Comunión Anglicana).

Juan Bautista VILAR, "La persecución religiosa en la zona nacionalista: el caso de los protestantes españoles". En: Miguel Carlos GÓMEZ OLIVER (ed.), Los nuevos historiadores ante la Guerra Civil española. Granada: Diputación de Granada, 1990, vol. 2, pp. 169–188.

Fuente: wikipedia.org


En la revista Caminos que publica la Iglesia Episcopal encontramos la siguiente información:


El Reverendo Atilano Coco fue pastor de la iglesia del Redentor y un hombre muy apreciado en la ciudad; había reorganizado la escuela parroquial, y fue precursor de unas Clases de alfabetización para adultos. Íntimo amigo del célebre escritor y rector de la Universidad de Salamanca, Miguel de Unamuno, su relevancia social y religiosa -en una iglesia considerada como "protestante", y por tanto enemiga, por parte del bando nacional-católico del general Franco- le acarreó la desgracia de la designación para ser fusilado, junto al alcalde y otros dos concejales de Salamanca, según las tropas ocuparon la ciudad, al comienzo de la guerra, en 1936.

En Rojo y Azul leemos:

A principios de octubre, Unamuno visitó a Franco en el palacio episcopal para suplicar inútilmente clemencia para sus amigos presos, entre los que estaba Atilano Coco. Este hecho influirá en el cambio de rumbo político de Unamuno, quien en un principio había apoyado a los alzados, y que el 12 de octubre protagonizará el celebre encontronazo con Millán-Astray en el Día de la Raza. Las notas que tome durante aquel acto en el paraninfo de la Universidad de Salamanca las escribirá, precisamente, en el sobre de la carta desesperada de la mujer de Coco, pidiéndole ayuda.

El diario Público le dedica el siguiente artículo el 9 de noviembre de 2009:

La inteligencia fusilada

El 12 de octubre de 1936 Unamuno ya sabía que no podría cumplir su promesa. Antes de comenzar su discurso como rector de la Universidad de Salamanca, por lo que entonces llamaban la Fiesta de la Raza, sentado junto a Carmen Polo y otras autoridades franquistas, garabateó unas palabras sobre la carta que le había enviado la mujer de un íntimo amigo suyo, el pastor protestante Atilano Coco preso desde hacía meses, interesada en saber cómo iba la negociación para liberar a su marido. "Venceréis, pero no convenceréis" fue el resignado broche final de su discurso, que provocó la rabia del general Millán Astray, plasmada en la famosa frase: "Muera la inteligencia".

Como ocurrió con otros intelectuales de la época, la voz de Atilano, maestro de una escuela protestante en Salamanca, fue silenciada para siempre por los franquistas antes de que acabara ese mismo año.

"Han asesinado a dos catedráticos de Universidad, uno de ellos discípulo mío y a otros. Últimamente también al pastor protestante [Atilano Coco], por masón y amigo mío. A mí no me han asesinado todavía esas bestias al servicio del monstruo" (Epistolario inédito II [1915-1936], Laureano Robles, Espasa Calpe), aseguró el intelectual, que moriría pocos días más tarde, el 31 de diciembre.

La historia de Atilano se interrumpió ahí. Su cuerpo ha permanecido en paradero desconocido desde entonces, y hasta ahora no había pistas concluyentes sobre el lugar de su enterramiento.
Encuentro de dos inquietudes

Un artículo aparecido en Público sobre la represión franquista en Salamanca despertó a la vez el interés de la Iglesia anglicana, que envió una carta al director, y de Isabel Pérez, una lectora de 85 años que aseguraba saber dónde se encuentra la fosa de Atilano.

Este diario propició el encuentro de Isabel con el obispo de la Iglesia Reformada en España, Carlos López. En la reunión, en el viejo Café Comercial de Madrid, la mujer aportó detalles del fusilamiento de Atilano, asesinado junto a su tío en Salamanca, y explicó al obispo cómo sus cadáveres fueron trasladados hasta un pequeño pueblo de Zamora.

Su relato ha permitido comenzar una nueva vía de investigación para localizar la fosa común que alberga los restos del íntimo amigo de Unamuno, 73 años después de su muerte.

"Sé dónde está enterrado Atilano. Le mataron con mi tío la noche del 8 de diciembre de 1936", empieza el texto que Isabel lleva preparando desde hace semanas y lee con voz entrecortada. "En 1936 murió la inteligencia", añade.

Varios hombres corrieron la misma suerte en aquella noche de diciembre grabada en la memoria de Isabel. El mètre del Gran Hotel su tío; el Timbalero, crítico taurino del periódico Adelanto; y el propio Atilano, entre otros, fueron fusilados por los golpistas en el monte de La Orbada, a 24 kilómetros de Salamanca.

"Están enterrados en el Cubo del Vino, en Zamora. Los hijos del Timbalero les siguieron y sacaron el cadáver de su padre. Vieron que había más muertos. Se lo contaron a mi prima y les identificaron por la ropa que llevaban y porque les vieron el día en que salieron de prisión", afirma la mujer. Desde entonces, nadie ha intentado recuperar los cuerpos.

Isabel continúa su relato y recuerda emocionada el sufrimiento de aquellos años: "Somos la generación del miedo. Podían meterte en la cárcel y tenías miedo ya no sólo por ti, sino por lo que pudieran hacerle a tu familia". Y precisa que "todavía hoy hay miedo de hablar". "Ya no pueden hacer lo que hicieron, pero son los mismos perros con distinto collar", advierte.

Carlos recuerda cómo desde pequeño soportó los prejuicios por su condición de protestante. Y cuenta que la mujer de Atilano, Enriqueta Carbonel, "acudió a ver al obispo católico de Salamanca para pedir su ayuda, pero él le dijo que sabía a lo que iba y no podía hacer nada".

"Con este tipo de cosas, se pierde mucha fe. ¿Cómo íbamos a creer en Dios?", replica Isabel. "Mucha, no, se pierde toda", se resigna Carlos, cuyo único objetivo, lejos de venganzas, es recuperar la memoria. "La única justicia que nos queda", dice.

Carlos entrevista ahora a los mayores del pueblo para fijar el punto exacto en el que excavar. "Previsiblemente, en primavera", confirma. Forenses de la Universidad de Alcalá de Henares ya están preparados para desenterrar otro resto de la inteligencia que fusiló el franquismo.

En La Opinión de Zamora se publica otro artículo que contiene una carta escrita por Atilano a su amigo Unamuno:

[...]  llevando «diez días» encarcelado, Atilano Coco escribió el borrador de una carta, fechada en la Prisión Provincial de Salamanca el 10 de agosto de 1936, que el investigador sacó a la luz gracias a los manuscritos fotocopiados por gentileza de Enriqueta Carbonell. Las palabras de Coco «demuestran que desde muy pronto Unamuno (escritor y en ese momento rector de la Universidad de Salamanca) se interesó por la grave situación de este pastor amigo que no encontraba explicación a su encarcelamiento».

Apenas un mes después, el encarcelado agradece a Unamuno las gestiones a favor de su liberación. En una nueva carta, fechada el 6 de septiembre de 1936, se dirige a su «buen amigo D. Miguel: Por mi esposa sé las molestias que Vd. se está tomando con respecto a este extraño encarcelamiento del que soy objeto desde hace 38 días. Muy grave debe ser la causa para tenerme apartado de mi Ministerio Evangélico aun cuando todavía no sé si estoy a disposición de algún juez o del Comandante militar.

De todos modos le agradezco su solicitud. Mi esposa me ha dicho que ha estado Vd. en mi casa hace unos días. ¿Quizás esperaba Vd. encontrarme en ella? Eso sería un buen augurio para mí.

Bien quisiera volver a gozar de la libertad, pero me figuro que aquí se entra con demasiada facilidad para poder salir con la misma. Espero con impaciencia que acabe esta trágica lucha y estoy pidiendo constantemente a Dios en mis oraciones que todos los españoles depongan las armas y se amen como hermanos. Los primeros en dar el ejemplo hemos de ser los cristianos. "Ve y haz tú lo mismo" fue el mandato de Cristo a aquel doctor de la Ley que le preguntaba quién era su prójimo. De nuevo repito la gratitud que siento por la deferencia que en esta ocasión memorable ha tenido para mí y mi esposa. Suyo en el Evangelio. Atilano Coco».


Pasado todo el verano en la cárcel, Enriqueta Carbonell no se rinde y recurre personalmente al amigo más influyente de su esposo, en aquel momento además de rector de la Universidad, concejal del Ayuntamiento de Salamanca. A finales de septiembre, con Unamuno en la cama por enfermedad, Enriqueta Carbonell se acercó a su casa para dejarle una nota en la que le recuerda la situación de su marido. «Don Miguel: soy la esposa del pastor evangélico y le voy a molestar una vez más...».

La confianza del pensador en la puesta en libertad de su amigo era tal que fue personalmente a comunicarlo a la casa de Atilano Coco. Convencido de la fiabilidad de la palabra dada por el gobernador civil, llega a dar la enhorabuena a Enriqueta Carbonell por la inminente puesta en libertad de su esposo. Así lo revela el profesor Patrocinio Ríos, en la respuesta recibida a un cuestionario enviado en 1989 a la viuda de Coco para saber si Unamuno frecuentaba la casa de su amigo. Fue en una ocasión y precisamente para «darle la enhorabuena a Coco». Al contestarle su mujer que aún permanecía en la cárcel, el escritor aclaró que había estado hablando con el gobernador y «que éste le había dicho que aquella misma noche (la anterior) iba a ser puesto en libertad». Los hechos constataron que no fue así.

El artículo reproduce el cruce de misivas que se produce entre Atilano, Enriqueta y Unamuno:

Carta de Coco a Unamuno desde la Prisión

«Ilustre Señor: Sé que a instancias de mi esposa se ha preocupado Vd. por mi actual situación de detenido. Le doy las más cordiales gracias por esa deferencia hacia mí. Hace ya diez días que estoy separado de los míos, apartado de los deberes de mi Ministerio Evangélico y aún no he podido saber el motivo de este extraño encarcelamiento. He llegado a pensar que en el fondo no haya otra cosa que mi condición de Presbítero de la Iglesia Reformada. Por lo demás creo que se habrá invocado algún motivo que sirviera de... De todos modos, repito mi gratitud por sus gestiones y espero en el Señor que podré ratificar de palabra este agradecimiento».

Carta de Enriqueta Carbonell a Unamuno

«Don Miguel: Soy la esposa del pastor evangélico y le voy a molestar una vez más.

Se acusa a mi esposo de masón y en realidad lo es, lo hicieron en Inglaterra el año 20 o 21; me dice que consulte con usted qué es lo que tiene que hacer; mi esposo, desde luego, no ha hecho política de ninguna clase; le hicieron eso porque sabe usted que en Inglaterra casi todos los pastores lo son, y muchos también en España; en Inglaterra lo es el rey, y también el jefe de las iglesias anglicanas. En España he oído que lo son algunos generales; no sé lo que habrá de verdad en esto.

Creo que esto pasará al Gobierno Militar, y sí quisiera que usted cuando pudiera se informase de algo, o que dé alguna luz sobre esto. Perdone que le moleste hasta en la cama; que mejore usted y Dios le premie todo lo que por nosotros está haciendo».

 En el libro "Historia del protestantismo en Asturias" de Manuel de León de la Vega se reproduce "el último escrito" de Atilano:


No descubro nada nuevo si digo que Salamanca es una de las ciudades españolas donde la reacción y el fanatismo tienen su asiento. Lo que quizás no se sepa tanto es que sobre esas dolencias ya graves, ha sobrevenido el fascismo con carácter virulento. La epidemia ha prendido en la juventud, de un modo especial entre los estudiantes universitarios. Hace pocos días ofrecí un tratado a uno de estos. Lucía en la solapa el haz y las flechas, pregonero de su ideología. Tomó el tratado, lo miró y remiró, mirándome luego a mí con cierta insolencia provocativa y me dijo: “Donde haya protestantes, masones y judíos, no puede haber paz. Falta hace un tío (perdón por la palabra) que acabe con todos ustedes y con ellos. España es católica y necesita orden y tranquilidad. Ustedes son perturbadores del orden y había que meterlos en cintura”. Lo que yo le contesté no hace al caso. (Fuente: Protestantes andaluces, Octubre-Diciembre 1995).

El suyo es uno de los sumarios presentados al Juez Garzón.

No hay comentarios:

Publicar un comentario