miércoles, 9 de julio de 2014

Aragón: Gregorio Torres Lacarta

Gregorio Torres Lacarta

Vecino de Torrellas (Zaragoza) y uno de los "Cuatro de Torrellas". Alcalde de Unión Republicana de esa localidad, muere asesinado por los sublevados el 20 de octubre de 1936 cerca de Ágreda y en compañía de otros tres vecinos de Torrellas. Era el mayor de los cuatro; acababa de cumplir 40 años. Sus restos son arrojados a una fosa común y exhumados en octubre de 2010.

El informe forense aporta los siguientes datos:

Natural de Torrellas. Hijo de Calixto y Juana. Incluido en el alistamiento de 1917. Nacido el 24 de abril de 1986. Oficio: "del campo". Estatura: 1,60m. Perímetro torácico 81 cm en 1917. Al presentarse en concentración en 1918 su estatura es de 1,61 m y pesa 54 kg. Nariz regular, boca regular, frente despejada...ninguna señal particular. Destinado Regimiento de Artillería. Recluta de pago, exonerado al año de servir con licencia limitada.

Encontramos la siguiente información acerca de él en el blog fusiladosdetorrellas.blogspot.com.es:

Lo habían detenido en la Plaza, a la vista de todos. Nadie había intentado defenderle, nadie había movido un dedo por él. Era lo que más le dolía al Alcalde de Torrellas, alguien que se había dejado la vida por el pueblo y por los vecinos. Alguien generoso como pocos, que había prestado dinero a muchos sin importarle su ideología. Ahora veía Gregorio con claridad que el miedo había paralizado a la mayoría que, temerosos y avergonzados, esperaban que la tormenta pasase sin afectarles. Otros, quienes estaban con los fascistas pero no se habían atrevido a ir a por él de frente, ya estarían celebrando su detención e incluso habría quien se frotara las manos pensando que ya no tendría que devolver el dinero prestado.

Había sido depuesto de la alcaldía cuatro días después del golpe fascista. Cuando se presentó en el ayuntamiento el comandante de puesto de la guardia civil, Gregorio le exigió que se pusiera a su disposición pues él, como alcalde, era la máxima autoridad elegida por el pueblo. El guardia civil se negó, diciéndole que tenía “órdenes superiores de destituir al ayuntamiento”. Poco después impusieron una nueva corporación compuesta por elementos de la derecha de Torrellas, partidarios del golpe de estado.

Gregorio había permanecido en el pueblo, confiado en que nada malo le iba a pasar, pues consideraba que él sólo había cumplido el papel que la legalidad republicana le había exigido. Siempre había procurado que el pueblo progresara, luchando para liberarlo de la incultura, del paro y del caciquismo. El mismo podría haber sido uno de éstos, ya que era uno de los labradores más acomodados del pueblo. Pero había optado por militar en la Unión Republicana, el partido republicano situado más a la izquierda, cercano a los socialistas con quienes se había presentado al ayuntamiento en la coalición del Frente Popular.

Mientras salía de la casa cuartel de la guardia civil no dejaba de pensar en la ironía de que ese edificio había sido construido a expensas del ayuntamiento de Torrellas y que él personalmente había luchado mucho por su mantenimiento a pesar de los gastos enormes que suponía. Un cuerpo creado para la protección del pueblo y de las leyes se revolvía ahora contra él, adhiriéndose a los sublevados que no respetaban ninguna.
Cuando le hicieron bajar del camión en pleno monte y siendo ya noche cerrada ya sabía lo que le esperaba.

Tras caminar unos pocos pasos le hicieron detenerse junto a la tapia de una casilla para guardar el ganado. Cuando se dio la vuelta y sus ojos pudieron adaptarse al reflejo de los faros la sangre se le heló en las venas. Junto a él se hallaba Marcelino, el alguacil, que lo miraba con ojos de espanto. “¿Qué vais a hacer, cobardes?” les increpó con rabia a los del pelotón de ejecución. “¡Matadme a mi, pero no a él, que es un crío y no tiene culpa de nada!”.

Vale más no saber qué le responderían aquellos asesinos cuyas carcajadas siniestras resonaron contra la pared de adobe. Dicen que Gregorio, segundos antes de que las balas le segaran la vida, lanzó un viva a la Virgen del Pilar y a la República.

Otras referencias: “El 10 de mayo de 1933, apenas tres meses después de su constitución, cesó la comisión gestora y tomó posesión un nuevo ayuntamiento surgido de las elecciones del 23 de abril de 1933 y que fue presidido por Gregorio Torres Lacarta.” (Fuente: http://www.torrellas.org/Manuela_Blasco_Pardillas7.htm)
Sobre su exhumación, encontramos los siguientes datos en igoig.blogspot.com.es:

La ASRD hace hoy público el estudio forense (se adjunta), realizado por la Fundación Aranzadi en la Universidad del País Vasco, de los cuerpos de los cuatro civiles naturales de Torrellas exhumados entre el día 9 y el 11 de octubre de 2010. El exhaustivo informe, que incluye las pruebas genéticas y las investigaciones antropológicas y forenses necesarias, identifica positivamente la relación de los cuerpos exhumados en Ágreda con Luis Torres (35 años), Marcelino Navarro (18), Gregorio Torres (40) y Feliciano Lapuente (33).

Se concluye que los cuatro civiles sacados de sus casas (no habiendo frente de guerra en Torrellas) por fuerzas de Guardia Civil y Falange fallecieron "como consecuencia directa de las lesiones [producidas] por arma de fuego" tal y como la familia sabía desde hace larguísimos años y como se puede confirmar en los informes periciales adjuntos firmados por el antropólogo forense Francisco Etxeberría.

En el informe se puede observar que Marcelino (identificado como individuo 1), de 18 años, recibe varios impactos de bala: En ambas clavículas, en las costillas, en el bajo vientre y en la cabeza (con entrada por la parte posterior y salida por la boca).

Feliciano Lapuente (identificado como individuo 2) recibe impactos en la parte posterior de la cabeza (con salida por la cara), y que atraviesan la segunda vértebra cervical.

Gregorio Torres tiene una bala en la cabeza

Y Luis Torres tiene dos disparos en la cabeza (salida por la mandíbula), y uno en el bajo vientre.

La ASRD vincula directamente los asesinatos extrajudiciales de los cuatro civiles a la ejecución del genocidio político planificado premeditadamente por los generales alzados en armas contra el gobierno democrático de la II República, elegido legalmente en las urnas. Pese a las interpretaciones, a nuestro juicio sesgadas, de la Ley hechas por el Tribunal Supremo en el juicio contra el magistrado Baltasar Garzón Leal, consideramos que dichos asesinatos suponen crímenes de lesa humanidad según la legislación emanada de los juicios de Nuremberg que tuvieron carácter retroactivo hasta 1933, año en el que el Partido Nacionalsocialista ganó las elecciones alemanas. Además, ya el 20 de octubre de 1936 (fecha del asesinato) las detenciones ilegales, las ejecuciones extrajudiciales, los expolios, los destierros, las detenciones arbitrarias…eran crímenes internacionales graves.

La fosa de los Cuatro de Torrellas









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