domingo, 15 de junio de 2014

Extremadura: Vicente Almeida Garduño



Vicente Almeida Garduño

 Vicente Almeida Garduño nació en Segura de León, provincia de Badajoz. Tenía 49 años, esposa y cinco hijos de 20, 17, 13, 10 y 7 años de edad. De profesión carpintero, en aquellos duros años se buscaba el sueldo diario para alimentar a la prole como podía. Su hijo Vicente, que se llama como él y ahora tiene 86 años, aún recuerda con dolor y rabia la tragedia que para la familia supuso la “victoriosa entrada de las tropas franquistas” en su pueblo, aquel 14 de septiembre de 1936. Pocas horas después de la toma del pueblo por parte de los fascistas, su padre fue obligado a subir a un camión y fusilado con otros muchos, en un lugar cercano al pueblo. Según cuenta su hijo, el motivo de su asesinato pudo ser su ideología, pues era un hombre de izquierda, pero también la envidia que provocaba su buen hacer con la madera entre los otros carpinteros de la zona donde vivía.

El caso es que después de su asesinato, el mayor de los hijos, Domingo*, de 20 años de edad, huyó del pueblo, temiendo correr la misma mala suerte que su padre. Se unió a la llamada “columna de los ocho mil”, compuesta por hombres, mujeres, niños y ancianos que huían de sus pueblos para pasar a zona republicana, en un intento de salvar sus vidas. Su familia jamás volvió a saber nada de Domingo Almeida Rubio, sumándose así su nombre a los de tantos y tantos desaparecidos y muertos que la represión fascista causó en esta columna, al ser emboscados y tiroteados en un lugar todavía en zona nacional. Pocos se salvaron.

El hijo de 17 años, Fernando, fue obligado a alistarse en las filas de los golpistas, luchando con ellos durante toda la guerra civil.

En el pueblo quedó la esposa de Vicente, Carmen Rubio, y tres de sus hijos, los más pequeños. Cuenta Vicente que la vida en el pueblo terminada la guerra civil era insoportable, debido al hambre y a las continuas humillaciones y ofensas de las que era objeto la familia. Junto con sus hermanas Rosa y Carmen, mendigaba comida en los comedores que el Auxilio Social había dispuesto en el pueblo, comiendo un día sí y otro no.

En diciembre de 1939, la madre decide que toda la familia se traslade a Sevilla, a vivir con un hermano de ésta que le acoge en la barriada del Manchón. Años después, Carmen muere con sólo 43 años de edad, aquejada de una dolencia cardíaca. Según Vicente, el corazón de su madre reventó de dolor. La muerte de la madre provocó que la familia se diezmara, y Vicente, que ya contaba con 15 años de edad, se “embarcó” como aprendiz de cocinero en un barco que partió desde el puerto de Sevilla, a recorrer mundo. Vicente ha ejercido esta profesión hasta el momento en que le llegó su jubilación y se siente orgulloso de que su profesión le haya llevado a recorrer y conocer mundo. Nunca pudo hablar libremente de la vida y del destino de su padre y su hermano, por temor a ser represaliado de alguna manera una vez más.

La vida hizo que me cruzara en su camino y hace unos meses le conocí en su domicilio. Es un señor que tiene como objetivo recuperar la memoria de su padre y de su hermano Domingo, aunque para ello esté recorriendo un camino lleno de dificultades, teniendo en cuenta su avanzada edad. Debido a su constancia, ha obtenido la Partida de Defunción de su padre, documento del que carecen algunos familiares aún hoy, ya que las personas asesinadas en aquellos meses no eran inscritos en la fecha correspondiente a su muerte, sino años después. En la partida de defunción aparece que Vicente Almeida Garduño falleció “en un enfrentamiento con las tropas nacionales”. Y es que los que ganaron la guerra disfrazaron de mentiras su cruel victoria, creyendo que el “cuento” nos lo creeríamos siempre.

Se equivocaron. Sirvan estas letras de homenaje a un trabajador, padre de familia, a quien todo se le quiso arrebatar, y cuyo recuerdo seguirá presente en el corazón de sus hijos y en el de todos los que creemos en la justicia.

Autora: Paqui Maqueda Fernández
Fuente: todoslosnombres.org

* Domingo Almeida Rubio nació el 2 de febrero de 1916, era natural de Segura de León (Badajoz) y su profesión, como la de tantos otros en aquellos difíciles años, era la de jornalero. En septiembre de 1936 fue una de las personas que formaban la llamada “columna de los 8.000”, un numeroso grupo de hombres, mujeres, niños y ancianos que huían del avance de las tropas sublevadas del general Franco por tierras extremeñas, al comienzo de la guerra civil española. Era el hermano mayor de una familia de siete miembros. En su pueblo, los mozos lo conocían como Domingo Ortega, por el torero que estaba de moda por aquella época.

Tenía tan solo 20 años cuando en la madrugada del 14 de septiembre de 1936, estando en unas tierras que su familia cultivaba para sobrellevar un poco mejor la precaria economía familia, conoció la noticia de que las tropas de Franco habían entrado en el pueblo y se habían llevado detenido a su padre, Vicente Almeida Garduño, un carpintero de 49 años al que asesinaron horas después por su presunta ideología de izquierdas. Ante la noticia, Domingo decidió sumarse a la columna antes mencionada, en un intento de llegar a zona republicana y salvar así su vida.

Jamás volvieron a verlo, ni vivo, ni muerto. Unos carpinteros que volvían de Llerena vieron a Domingo deambulando de un lugar a otro herido quizás de muerte, y así se lo contaron a sus familiares, que por más que buscaron y preguntaron en los años siguientes en los pueblos de alrededor, nunca consiguieron noticias de él.

Domingo Almeida Rubio es todavía hoy una persona desaparecida. Uno más, en una larga lista.

Su hermano Vicente tenía 10 años cuando ocurrieron los hechos y aún recuerda que esa misma noche quiso acompañar a Domingo e irse con él a dormir al campo, para guardar los cultivos, algo que hacía habitualmente. Todavía hoy, con 82 años, recuerda que su madre se opuso y se pregunta que hubiera sido de su vida si esa noche le hubieran consentido el capricho de acompañar a su hermano Domingo.

Vicente es un hombre ya jubilado, que está comprometido en la búsqueda de algún dato que le lleve a saber el paradero de su hermano, una esperanza que a pesar del tiempo transcurrido, acaricia cada día. A pesar de su avanzada edad, éste señor, todo un caballero, recorre el duro camino de la recuperación de la memoria histórica, en un país que hoy todavía no ha querido saldar cuentas pendientes con las personas represaliadas, desaparecidas o asesinadas bajo las crueles garras del fascismo y que dice haber cerrado heridas.

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